Creation and
Evolution: A Conference with Pope Benedict XVI in Castel Gandolfo
Reseña de
Horn, S. (ed.), Creation and Evolution: A Conference with Pope Benedict XVI in
Castel Gandolfo, Ignatius Press, San Franciso, 2008, 200 pp.
Santiago Collado González, Universidad de Navarra
scollado@unav.es
Publicada en Anuario Filosófico, XLII/1 (2009), pp. 218-221.
Antes de ser elegido papa, Benedicto XVI solía reunirse cada
año con un grupo de alumnos y algunos profesores para reflexionar y debatir un
tema previamente elegido. Tras ser elegido Papa ha mantenido esta costumbre y
sigue reuniéndose con el mismo fin en Castel Gandolfo, la residencia de verano
de los papas. El año 2005 fue testigo de vivas discusiones entorno al ya
clásico debate creación-evolución. En el verano de ese año, el New York Times
publicó un artículo del Card. Schönborn de gran repercusión mediática. A
finales de ese año en Dover se celebró un juicio contra el movimiento
Intelligent Design. La intensidad e interés de estas discusiones llevaron a
Benedicto XVI a encargar al Card. Schönborn preparar la reunión del verano
siguiente, que giró en torno al debate entre creación y evolución. Fue el 1 y 2
de septiembre de 2006.
Este volumen recoge cuatro ponencias de diversos autores y
las intervenciones de los debate posteriores, incluidas las de Benedicto XVI.
También se añade un apéndice con un artículo de uno de los participantes y
coeditor del libro (S. Wiedenhofer) titulado Fe en la Creación y teoría de la
Evolución, que fue un documento de trabajo. Los cuatro ponentes y los títulos
de sus respectivas exposiciones fueron: P. Schuster, Evolución y Diseño.
Intento de un reconocimiento de la teoría de la evolución; R. Spaemann,
Descendencia y diseño inteligente; P. Erbrich, El problema de la creación y de
la evolución); C. Schönborn, Fe-Razón-Ciencia. El debate sobre el
evolucionismo.
Es difícil sintetizar completamente todas las cuestiones
tratadas, pero algunos hilos conductores recorren, de una manera u otra, casi
todas las intervenciones. Las palabras de Benedicto XVI y sus intervenciones
finales lo sintetizan bien. Un punto importante señalado por el entonces Card.
Ratzinger en un discurso de 1985, es que los problemas de la teoría de la
evolución no se dirimen entre la ciencia y la fe, sino en el seno de la
racionalidad que pretende reducirse a un sólo tipo sin respetar su pluralidad
metódica.
En otra cita, ahora de un discurso en la Sorbona en el año
99, Benedicto XVI destaca que un punto central de este debate lo constituye el
llegar al fundamento de lo real, y hasta qué punto la teoría de la evolución es
posible como una teoría global, como algunos pretenden. El problema surge al
presentar la evolución como una teoría de la totalidad convirtiéndola en una
filosofía primera al modo de la metafísica. No se discute la capacidad de la
evolución para explicar procesos biológicos. El problema está en la pretensión
de globalidad, de totalidad con la que algunos la defienden. La evolución se
presenta a veces de tal manera que se imposibilita decir algo que vaya más allá
de lo que la ciencia nos dice sobre lo real. Se encuentra, además, con un
problema insalvable cuando trata de constituirse como un saber global. Como
consecuencia de la identidad que se descubre en la primacía del Logos y del
Amor, cualquier explicación de la realidad que no esté en condiciones de
explicar racionalmente un ethos es insuficiente para constituirse como saber
filosófico. Los aspectos claves de la teoría de la evolución, es decir, la
selección y la supervivencia del mejor adaptado son abiertamente insuficientes
para fundar un ethos digno del hombre. Sin embargo, la identidad descubierta
entre la razón y el amor como pilares de lo real son cuestiones nucleares.
En la primera intervención, el Prof. Schuster trata de
presentar explícitamente la teoría de la evolución desde una perspectiva
científica. Explica la evolución de una manera clara y ordenada con todos sus
ingredientes actuales: las ideas de Darwin, Mendel, y la contribución de la
bioquímica y genética modernas. Ofrece argumentos suficientes y consistentes
para poder reconocerle el estatuto de teoría científica, el mismo que ostentan
otras disciplinas como la física o la química, por ejemplo. Aparte de esbozar
el papel que juega el azar en la biología, hace tres importantes
consideraciones que después son objeto de debate porque tienen implicaciones de
carácter filosófico o son objeto de discusión en la actualidad.
La primera de ellas es que la biología ofrece hoy una visión
de la evolución por la que ésta se puede entender globalmente sin necesidad de
postular un agente exterior que intervenga en sus procesos. En la segunda, se
afirma que en el contexto de la teoría sintética de la evolución, el concepto
de teleología es sustituido por el de teleonomía. Esto significa que el motor
del cambio no es la finalidad, la cual, dice, es sólo aparente, y hay que
contemplarla más bien como un resultado del proceso evolutivo. Esta afirmación,
continúa, es consecuencia de una de las ideas básicas de la teoría de la
evolución. Los cambios o mutaciones no están orientados, y su permanencia en
los seres vivos viene determinada a posteriori y como consecuencia de los
beneficios que reporta a su portador. En la tercera consideración, Schuster
divisa una puerta abierta por la ciencia a la teología. El autor reconoce su
fascinación por el hecho de que la vida se haya abierto paso a través de un
pasillo o camino verdaderamente estrecho: la exigencia de unas condiciones
físicas, primero, y ambientales, después, que se mueven en un margen muy
estrecho de posibilidades.
En las otras intervenciones los ponentes abordan cuestiones
relacionadas con la primera exposición desde un punto de vista filosófico. Uno
de los temas centrales presentes en todas las exposiciones ha sido el de la
finalidad. La lectura de cada exposición, en contraste con la primera, permite
comprender que las afirmaciones de Shuster están condicionadas de una manera
clara por el propósito explícito de no salir del ámbito científico. Otras
ponencias tratan de entender la finalidad desde otros niveles de racionalidad,
aunque no se llegue a conseguir una caracterización satisfactoria para todos.
Queda claro que una adecuada comprensión de la teleología sigue estando en la
base de la problematicidad del debate entre creación y evolución.
La intervención más crítica con respecto a la teoría de la
evolución es la última. Schönborn se resiste a equiparar el estatuto científico
de la teoría de la evolución con el ya asumido para otras ciencias como la
física, y señala algunas de las objeciones que él considera más serias. El
debate que sigue a esta ponencia ofrece puntos interesantes, p. ej., el grado
de asentamiento científico de la teoría de la evolución, el uso ideológico que
se hace de ella, la importancia de considerar distintos niveles de racionalidad
o lectura de la realidad (tema expuesto con amplitud por Spaemann), la
necesidad del concurso de la fe en la comprensión de lo real, etc. También
provoca una de las intervenciones más largas de Benedicto XVI.
Finalmente, Benedicto XVI resume algunos de los puntos más
destacados que se han tratado y concluye, en respuesta a un diálogo entre
Schönborn y Wiedenhofer, con lo que podría considerarse una síntesis de su
pensamiento sobre los temas abordados. Señala que no deberíamos apoyarnos sólo
en la capacidad de la fe para explicarlo todo. Fe y razón van juntas, se
complementan mutuamente: la racionalidad de la materia, que abre una ventana al
Espíritu Creador, a la que no se debe renunciar, y la fe bíblica en la creación
que nos ha señalado la vía a una civilización de la razón. Se trata de una
dimensión de contacto entre el mundo griego y el bíblico. La naturaleza es
racional, pero su racionalidad tiene límites: nuestra visión de lo real no nos
permite una comprensión completa de los planes de Dios. Además, en la
naturaleza permanece la contingencia y el enigma de lo horrible. Tampoco la
filosofía puede comprenderlo. En este punto la filosofía reclama algo ulterior
y la fe nos muestra el Logos, que es la razón creadora, que, de manera
increíble puede hacerse carne, morir y resucitar. De esta forma se nos muestra
un Logos completamente diverso al que podemos intuir y buscar tentativamente
partiendo de los fundamentos de la naturaleza.
Este libro no es un tratado con el que se quiera llegar a
conclusiones firmes y según un orden sistemático. Ofrece, en cambio, un buen
número de reflexiones que inciden en problemas nucleares de la filosofía de la
naturaleza. Hay muchas cuestiones abiertas y algunas ideas que ayudan a
localizar los problemas y vislumbrar sus soluciones.
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